“La literatura de Vargas Llosa es un grito contra el poder”
Hace más de dos décadas, Juan Jesús Armas Marcelo publicó una biografía de Mario Vargas Llosa, titulada “El vicio de escribir”. En marzo de 2012 visitó Arequipa y concendió esta entrevista, aparecida en el libro “Vargas Llosa, seis asedios”, de los periodistas Cristhian Ticona y Juan Carlos Soto. Es probablemente el testimonio más cercano y revelador sobre la vida y obra del Premio Nobel de Literatura 2010.
Por CRISTHIAN TICONA y JUAN CARLOS SOTO
Juan Jesús Armas Marcelo dice que el ardiente sol arequipeño se parece mucho al de Islas Canarias, ese archipiélago español frente a la costa noroeste de África donde nació en 1946. Y tiene razón. Debido al adelgazamiento en la capa de ozono, la radiación en Arequipa es similar a la del desierto de Sahara. Por eso no hace caso a nuestras advertencias y escoge una mesa donde casi no hay sombra, cerca a la piscina del hotel. Juancho, como le llaman sus amigos, está acostumbrado al efecto lacerante de los rayos del sol.
—¿Tienes encendedor? —pregunta a una camarera que ronda por el lugar.
—No señor, pero le consigo uno.
—Necesito un encendedor porque quiero prenderle fuego al hotel— lanza una sonrisa
En realidad lo que quiere es encender su puro Crispín Patiño, de factura venezolana, que no dejará de pitar durante toda la entrevista. Es un conversador nato, expresivo, y de una hilaridad a veces imprevista.
Para conocer a Mario Vargas Llosa, no dudó en desafiar las reglas de conducta y restricciones que le impuso una sentencia dictada por un juzgado militar del franquismo. Era 1972 y Juan Jesús cumplía prisión atenuada (arresto domiciliario) de seis meses y un día, por haber publicado el libro de relatos Número trece, que contenía un cuento del escritor José Ángel Valente, bajo el título de El uniforme del general. Juancho fue uno de los editores de aquella publicación y el Consejo de Guerra español lo halló culpable de “injurias encubiertas a clase determinada del Ejército”. A la dictadura militar no le hizo ninguna gracia que en el texto haya expresiones como “el general parecía un domador de circo” o que “los generales no tenían madre”, entre otras.
Aquella vez, el barco en que Vargas Llosa volvía al Perú había atracado en Tenerife, de modo que Juan Jesús tomó un avión en Las Palmas de Gran Canaria, su ciudad natal, y fue a su encuentro. Llevaba en la memoria el recuerdo fresco de García Márquez, historia de un deicidio y la admiración por La casa verde y Conversación en la catedral, pero sobre todo por La ciudad y los perros, novela que había leído sin mucho interés en 1967, pero que dos años más tarde adoptó una dimensión distinta cuando la volvió a leer mientras cumplía servicio militar obligatorio, en el campamento de Hoya Fría, Tenerife.
En ese primer encuentro, Juan Jesús acompañó a Vargas Llosa a comprar una máquina de escribir Olympia. Desde aquella vez cultivan una amistad a prueba de indiscreciones. Porque Juancho es así, locuaz, y a veces se deja ganar por la honestidad ante la pregunta intrusa de sus interlocutores, y termina revelando pasajes insospechados del Nobel de Literatura 2010.
— Tu libro El vicio de escribir, que es una biografía de Mario Vargas Llosa, tuvo varias versiones…
— Primero intenté hacer un libro siguiendo las pistas de sus novelas, pero fracasé. Después quise hacer un libro crítico, prácticamente académico, pero tampoco pude. Luego intenté con Mario hacer una larga entrevista, como la de Setti[1], abordando toda su vida, pero él me dijo: “tú me vas a sacar mi biografía, si quieres hacer un libro, pues lo haces, yo no lo voy a leer previamente ni te voy a decir que coloques esto o saques lo otro”. Su propia biografía me dio la solución. Es decir, una parte biográfica, otra parte crítica de la obra, y una parte política, que en ese momento estaba jugando un gran papel institucional por las elecciones de 1990. El libro fue presentado por Cela[2] en Madrid y con Mario adelante, de manera que había dos Nobel ahí, uno esperando, y otro ya era Nobel.
— España fue uno de los países determinantes para Vargas Llosa porque allí lanzó su carrera como novelista. Además, La ciudad y los perros fue rescatada por Carlos Barral[3] de los anaqueles de las novelas descartadas. Viéndolo con la distancia del tiempo ¿por qué cree que ese libro inaugural tuvo tanto éxito en España?
— La verdad que no lo sé. Yo leí La ciudad y los perros por primera vez en 1967 y no me causó una reacción profunda. Dos años más tarde la releí, cuando estaba haciendo cuartel obligatorio. Fue un deslumbramiento, una epifanía de gran magnitud. Entonces quise conocer al escritor. En España también resultó un bombazo. Nadie sabía quién era Vargas Llosa. Carlos Barral, que era un hombre muy inteligente y con mucha sabiduría literaria, era al mismo tiempo muy arbitrario. De manera que si él decía que algo no servía, pues no servía, y no había manera de publicarlo. Ahora, si él creía que había hecho un descubrimiento, apostaba incluso por un escritor desconocido y eso fue La ciudad y los perros. Yo creía que éste era un título que le había puesto Vargas Llosa, pero fue de José Miguel Oviedo. El título original era La morada del héroe.
— Esa es la versión más conocida, es decir que Carlos Barral rescató la novela. Pero existe otra que cuentas en El vicio de escribir, donde se dice que Luis Goytisolo[4], el primer lector de la editorial Seix Barral, hizo un informe favorable de la novela.
— Cuento y me arrepiento de contarlo. Él dice que descubrió la novela y no es así. Carlos Barral le regaló a Vargas Llosa el informe de lectura de Goytisolo. Yo lo leí. Mire, Luis era del Partido Comunista, que era paradójicamente muy conservador en cuestiones de sexo, y conservador en cuestiones gramaticales. Era muy poco vanguardista y muy leninista. El libro cayó en manos de este lector y qué hizo. Dijo que el escritor era un inmoral porque hablaba de bestialismo. Fíjate que es lo mismo que le echaba en cara la censura franquista, fíjate como coincide.
— En ese tiempo España estaba gobernada todavía por el franquismo. ¿La novela sufrió algún veto?
— Claro. Primero fue el lector (Goytisolo). Luego cuando se iba a publicar, la censura frena el libro. Hubo tres o cuatro cosas que Mario tuvo que cambiar. Hay una preciosa reunión entre Carlos Barral y Mario donde el censor, que era Carlos Robles Piqué, le dice: “hombre, la expresión barriga de cetáceo no me parece. Entonces Carlos Barral propone: barriga de ballena (risas) y sale barriga de ballena. Fíjate que ahora, cuando hicimos la inauguración de la Cátedra Vargas Llosa en Madrid aparece este tipo Carlos Robles Piqué, que era una autoridad en esa vaina, pero ahora está viejito, hecho una porquería, y saludó a Mario y a mí. Entonces me manda un email diciendo “creo que Mario me quiere”. Le respondí: “cómo coño te va a querer si eras el censor del libro (risas)”. Bueno, el asunto está en que el libro cayó en el público universitario, en nuestra generación, como una bomba.
— Y sintoniza con el momento.
-Fue un grito antimilitarista. Así se lee. Los escritores que estábamos en ciernes, nos dimos cuenta que ahí había un escritor distinto, con unos procedimientos narrativos de los que nadie había llevado a la literatura de lengua española. Con ese atrevimiento y osadía, hizo un libro descomunal. Después, en el 66, La casa verde supera a La ciudad y los perros, con lo cual nos encontramos con un escritor que no tiene 30 años y se ha subido al carro del triunfo y del star system de la literatura, y de ahí no se baja hasta ahora.
— Hablabas precisamente de la apuesta de Carlos Barral por Vargas Llosa, que era su escritor favorito, incluso por encima de otros como Gabriel García Márquez, de quien decía era un narrador oral del norte de África.
— Había bromas entre los amigos. Carlos decía que García Márquez era un narrador oral del norte de África y que el científico de la escritura, Vargas Llosa. Carlos era así. Yo le decía: “mira la magia que tiene García Márquez, te hipnotiza mientras lo lees”. ¡No!, decía él, cómo vas a comparar. Yo me decanté por Vargas Llosa antes de que le dieran el Nobel a García Márquez. Para mí Mario es más escritor que el colombiano.
EL GEORGE CLOONEY DE LA LITERATURA
— ¿Cuáles cree que son las claves del éxito de Vargas Llosa como escritor?
— Descubre una manera nueva de contar, con procedimientos narrativos antes no utilizados, pero que sí eran conocidos. Estos se emplearon fundamentalmente en lengua inglesa: Faulkner[5] y en cierta medida Conrad[6]. Esa es la base número uno. La base número dos del éxito, es que escribe tres novelas seguidas, con muy pocos años de diferencia y en donde una supera a la otra y en un tiempo en que se publican grandes libros. Hablamos de los años sesenta y setenta en que el boom daba estallidos por todos lados. Tienen un premio que todos ganan y después se hacen jurados. Tienen una editorial que les publica, nace la agente Carmen Balcells. Se vive en ese momento la ilusión de la revolución de Cuba, de la revolución de “Mayo francés”. Se vive muchos elementos, aparentemente de cambio, que ayudan al éxito literario. Y luego Mario Vargas Llosa, que es un tipo que contra lo que hacen los demás escritores, acoge a periodistas constantemente, se hace oír y es muy polémico. Es el George Clooney de la literatura. En el fondo es un hombre que estéticamente se cuida mucho. A las mujeres les encantaba porque era el más joven de todos los escritores y el más guapo y el que mejor se vestía. Todo eso. Anoche fuimos a conocer la casa (donde nació Vargas Llosa en Arequipa). No me hago la idea de un tipo que nace aquí, que se le mete en las pelotas ser Flaubert y que se tiene que ir a Francia para ser Flaubert. Realmente para eso hay que tener muchas pelotas. Aunque termina siendo Balzac, el Balzac del Perú y de América.
— O Víctor Hugo (autor de Los Miserables).
— O Víctor Hugo también. A él no le gusta que le digan Balzac. Pero nosotros sabemos más historia del Perú en Europa por los libros de Mario que por todos los libros oficiales de historia del Perú. Eso no lo digo yo. Lo dice también Alberto Fuguet, que es de allá abajo, de Chile. Y la peor novela de Vargas Llosa, la más irregular, la que menos nos guste, es mejor que la mejor de cualquier otro.
— ¿Y cuál es la que menos te gusta?
– El hablador. Sin embargo, hay otras novelas poco calificadas por la crítica como Historia de Mayta. Yo entendí perfectamente lo que quería decir a través de ese libro. Era un preludio a la aparición de Sendero Luminoso. Lo mismo que Lituma en los andes. Claro, no son obras de la envergadura de La ciudad y los perros, La casa verde, Los cachorros, Conversación en la catedral, La fiesta del chivo. Pero Balzac era así, sacó La comedia humana, y después publicó cosas que había que vender porque tenía que comer y tenía que pagar deudas.
— Si habría que hacer una descripción minuciosa de la técnica de Mario Vargas Llosa. ¿Cuál sería? ¿Cómo usaba, por ejemplo, las cajas chinas y los vasos comunicantes en su obra?
— Exactamente así; en la técnica de cajas chinas, de un cuento sale otro y de otro sale otro, como las matrioskas rusas donde tú abres y dentro tiene otra matrioska. Todas esas historias tienen vasos comunicantes que el lector no las ve hasta que el autor utiliza el procedimiento exacto. Por ejemplo, en Conversación en la catedral, no sabemos quién es Bola de Oro. No sabemos hasta que lo cuenta y uno va intuyendo que es el padre de Zavalita. Esa habilidad de Vargas Llosa para esconder material y al mismo tiempo darle al lector elementos, es una muestra de que maneja a la perfección los procedimientos, el andamiaje de la estructura de una novela.
– ¿Gustave Flaubert también aparece como una influencia decisiva?
– Pero a él no le sale Flaubert sino Balzac. Es seguidor de Flaubert en los mecanismos de trabajo y en los procedimientos. Es decir que, si tiene que encerrarse diez horas para dar con la palabra exacta, él lo hace. Eso es de poeta, no de novelista. Eso no es de Hemingway ni de Faulkner. Pero hay una influencia muy grande de Flaubert en la técnica narrativa.
– ¿Por qué tiene más de Balzac o Víctor Hugo?
– Tiene un fuerte elemento de moral en sus obras, cualquier intervención, en un artículo o en la misma novela, trae una consecuencia moral. Persigue los grandes temas a la manera de Malraux[7], otra de sus influencias. Pero desde un punto de vista totalmente honesto. Es el único escritor que conozco que hace cosas que no le convienen.
– ¿Por ejemplo?
-Enfrentarse constantemente a la izquierda. Todo el mundo sabe que la izquierda maneja este tinglado y el tipo está todo el día metiéndole hostias a la izquierda siniestra. Y cuando la derecha está contenta, le mete un azote a la derecha diestra. De manera que va como un francotirador. Eso la izquierda no lo admite y la derecha tampoco, pero la derecha lo soporta, lo hace suyo, sin embargo, Mario no se deja manejar. Lo he visto en situaciones donde empezaba a criticar en alguna conferencia a los Castro, Hugo Chávez y a todos los dictadores de izquierda americanos y ser aplaudido brutalmente. De repente agarró a Pinochet y ya no le aplaudieron. Quería decir que el auditorio era de derecha. Yo quiero destacar su entrega al trabajo literario. Me dice que le cuesta el mismo trabajo, o más, escribir. Pero no le creo porque ya maneja magistralmente una serie de elementos. No le puede costar lo mismo que cuando tenía 25 años. Sería muy torpe, lleva cuarenta años haciendo malabarismos con esto. No jodas, eso no se puede creer.
— Cuando publica Conversación en la catedral, Vargas Llosa te dice en una carta que en adelante ya no se iba a tomar el esfuerzo de escribir una novela tan totalizante.
— Acaba agotado por una novela de esa envergadura, que para mí es la mejor de todas, y no quiere saber nada más. Eso nos pasa a todos. Terminas con un personaje, con una historia, y no quieres saber nada más. ¿Cuál es el resultado? Que Vargas Llosa es un escritor que busca los grandes temas como Tolstói, como cualquiera escritor de esos grandes, te dice eso y después se mete en La guerra del fin del mundo, que todavía es más difícil porque no es su territorio.
— Esta novela nació porque el cineasta Ruy Guerra le encarga hacer un guion para una película y le envía un libro que resulta ser revelador para Mario.
— Sí, La guerra de Canudos. La película no sé si se hizo, pero Mario se queda prendado de la historia. Así es él, se queda prendado de las cosas que lee. Es un escritor que no nace de la escritura sino de la lectura y la emulación a los autores. Él no quiere ser el personaje de (Emilio) Salgari sino Salgari, él no quiere ser Lord Jim sino (Joseph) Conrad. Él quiere escribir. ¿Qué es lo que ocurre? Que esa emulación lo lleva a leer un libro y a enloquecer y a querer reescribir el libro. Eso le ha pasado con La fiesta del chivo, que ha querido reescribir la historia. Con El sueño del celta, que ha querido redescubrir a Roger Casement y también con La guerra del fin del mundo.
MARIO EL FRANCOTIRADOR
— Hemos mencionado la primera etapa de Vargas Llosa: las obras monumentales como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral, y luego hay una etapa de puente, de transición le llaman los críticos, con Pantaleón y las visitadoras y La tía Julia y el escribidor donde empieza a añadir otros conceptos como el humor, por ejemplo. Para muchos hay un bajón en esta etapa.
— Sí, sí. ¿Obras menores no? Sí, pero yo siempre digo: ¿en comparación con las de quién?
— Con las anteriores.
— Ah, entonces sí. Pero si tú me dices en comparación con las de Carlos Fuentes, yo te digo que no. Es decir, en comparación con las de él mismo seguro que hay un bajón, hay un diapasón más lento, entra la ternura, el amor, la broma, entra el humor, se crean personajes cuya vida son pura sátira como Pantaleón y Pedro Camacho, que es Raúl Salmón. Pero no son obras menores.
— Es un proceso de experimentación…
— Además esas novelas se escriben en un momento en que Mario sabe que ha triunfado. Pierde acritud en el procedimiento del pensamiento de la novela y se toma ciertos espacios de descanso para luego volver con más fuerza y eso es como una gimnasia, sin embargo, no son obras menores. A mí me sorprendió mucho y me gustó mucho Pantaleón y las visitadoras. Me parece que la más flaubertiana de todas sus novelas es La tía Julia y el escribidor.
— Y esto también coincide con una transición ideológica. Por esos años va rompiendo con Cuba, sucede el caso Padilla. ¿Ese cambio de pensamiento político también influyó en su literatura?
— Tengo la idea de que Mario fue izquierdista por joven, por sus lecturas, y en un momento determinado por batalla. Pero es demasiado francotirador, individualista y libertario para someterse a los mandamientos de un partido político. No solo le pasa a él, nos pasa a muchos. No me parece que haya un cambio, quienes dicen que cambia son los otros, es decir todo el mundo rompe con Cuba.
— Menos García Márquez.
— Pero García Márquez no era de Cuba. No era querido en la Isla. Cuando ocurrió la crisis de los misiles de 1962, se desempeñaba como jefe en New York de Prensa Latina y se mandó a mudar con su familia. No quería saber nada, se va a México y no se mantiene en su puesto. Eso en Cuba le supuso un golpe. García Márquez se recupera con el caso Padilla (a favor de Castro). Él antes no conocía a Fidel Castro. Es más, era anticomunista, era un provocador de la burguesía que es una cosa distinta a ser un comunista. Aparte que desde el punto de vista político es un analfabeto, no le interesa Carlos Marx, no ha leído nada de eso. A él lo que le interesa es la novela, contar el relato, contar el cuento, y tiene la magia verbal de contarlo muy bien. Uno le pregunta cuál es su escritor favorito y dice Sófocles. Joder, lo que quiere decir que lo que le gusta es la tragedia humana, ¿está claro no?, pero no es un escritor que sepa (de política). Es un mago, un tipo en el que coincide la decoración con el arte.
— Justamente lo que más impactó a Mario Vargas Llosa cuando conoció a García Márquez en Venezuela, fue su carácter anecdótico.
— Es que era anecdótico y mágico. García Márquez, independientemente de sus novelas, es un hombre de frases. Ayer conté en la televisión que una vez estábamos en México y un escritor menor que no viene al caso, dijo que Juan Rulfo no sabía de literatura. Entonces García Márquez contestó: pero la sabe hacer mejor que todos nosotros. Es un hombre de frases brillantes, de una verbalidad colombiana ateniense. Cuando yo lo conocí era así. Un tipo que sus respuestas eran poemas en prosa y eran deslumbrantes. Ese García Márquez se convierte en otra cosa después. Conmigo no, porque siempre que lo he visto hemos hablado perfectamente y me ha invitado a su casa. Pero como a mí se me endosa una preferencia por Vargas Llosa, yo noto que no era lo mismo que la juerga del ron Tres Esquinas que cuando éramos más jóvenes. Hay una especie de barrera.
— Hemos hecho mención de La Tía Julia y el escribidor y en alguna parte leía que este personaje Pedro Camacho, que puede ser también un espejismo de Mario en su obsesión de querer escribir, se parece a los personajes de caballerías.
— Sí, de esos que retan, que todo el tiempo están buscando retos para llegar a la conquista de lo que sea.
— La novela de caballería….
— Es una locura de Mario. Nos referimos por ejemplo a Joanot Martorell y su novela Tirant lo Blanc. Lo he visto dar clases en Harvard de Tirant lo Blanc a seis alumnos durante una hora. Yo decía, hay que tener pelotas para dar una hora de clases a alumnos norteamericanos sobre Tirant lo Blanc. Hay una introducción de él a esta novela. Para él las novelas de caballería son la locura, y de mosqueteros. Alejandro Dumas lo vuelve loco también. Sin embargo, no ha caído en el error de escribir sobre mosqueteros.
– ¿En qué otro personaje de su obra percibes la influencia de las novelas de caballería?
— En Pantaleón Pantoja. Le dicen que debe hacer eso y no reflexiona más que en la orden. Pantaleón es patético porque hace el ridículo en el cumplimiento de su deber. Él sabe que a lo mejor está haciendo un ridículo del carajo. Hay un elemento de caballero medieval, como diciendo, yo tengo de Quijote. Todos esos personajes tienen el vicio de la lectura. Pedro Camacho se vuelve loco contando y leyendo. Va mezclando las historias. Cuando Mario estaba escribiendo la novela me contó un cuento. Pasamos por un puente en Lima y me dijo: “mira aquí se cayó un amigo en un accidente y se partió la espalda, estuvo sin poder moverse un tiempo. Y cuando salí de ahí escribí el cuento. Dije: esto lo voy a publicar yo porque es precioso. Y después salió publicado en La tía Julia. Mario, además, es muy mentiroso contando las cosas, y somos amigos 42 años, de manera que conozco sus trucos. Pero es de una brillantez exasperante, y para el enemigo, el tipo que discute con Mario cara a cara, ha de tener mucho cuidado porque no sabe dónde se mete. Yo lo vi discutir como un caballero medieval en la universidad de Estocolmo, el año 2007, con un montón de tipos. Roland Forgues también estaba. Con un montón de tipos de Sendero Luminoso, estaban exiliados ahí, y cada uno ubicado estratégicamente de manera asamblearia, bombardeando desde su sitio, y el tío pacientemente iba quitando bombas. Estos tipos no sabían que lo estaban divirtiendo en el fondo y haciendo un favor porque a él le encanta el ring. Ahora está haciendo un personaje de esos, que se llama El héroe discreto, una novela nueva. El personaje es un piurano que intenta hacer un montón de cosas que en la cabeza le salen muy bien, pero en la realidad mal. Es el Quijote coño, otra vez, El loco de los balcones. Hay personajes que tienen relación muy evidente. En La guerra del fin del mundo hay un montón de guerreros que son medievales, su novela de caballería es esa, su Guerra y paz. A mí me resultó un poco cansina, repetitiva en ciertos procedimientos, pero ahí hay unos personajes grandiosos, que tienen que ver con ese mundo que enlaza con Conrad. Ya en La casa verde es conradiano, Fushía es un personaje de Conrad, y finalmente El sueño del celta es un homenaje a Conrad.
— ¿Cuál es la novela decisiva de Conrad como influencia?
— No creo que haya habido una novela decisiva. Pero sí todo Conrad. Lord Jim es una novela caballeresca medieval. El negro del Narcissus lo mismo. Puede que haya una novela que haya sido para todos, no solo para Vargas Llosa, que es El corazón de las tinieblas, que muestra el infierno dantesco en el que viven los seres humanos en ese sitio y lo que hace el progreso y la civilización. Llega el desacierto, la locura y la matanza. Yo creo que sí, que esa novela nos ha movido a tantos que si mueve a Vargas Llosa no es extraordinario. Además, mira la cantidad de películas que ha generado, Apocalypse Now, por ejemplo, que no me canso de verla. Eso procede directamente de ahí.
— Queremos rescatar una frase de Joaquín Sabina. Él decía que Mario habla como los de la derecha, pero escribe como los de la izquierda.
— Le sucede a mucha gente, porque te dicen que si no levantas el puño y dices que Carlos Marx y Fidel Castro están en lo correcto, estás cometiendo un error, pero ahora ya no tanto. En cambio, en los años sesenta y setenta eso era capital, y hay personajes que son jacobinos, pero que los jacobinos no los quieren. Mario es un hombre de esos. Tiene amigos de izquierda que han sido amigos toda la vida, aunque sean de izquierda toda la vida, como Sabina y mucha más gente.
UN RETO MEDIEVAL
— Sus personajes de alguna forma reflejan un poco lo que es él. Hay personajes que siempre están enfrentándose al poder.
— Sí, esa es otra cosa que los suecos, no sé con qué inteligencia, porque imagino que no la tienen, vieron muy bien: la cartografía del poder. La literatura de Vargas Llosa es un grito contra el poder. Para que lo veamos mejor, Carlos Fuentes y García Márquez son escritores del poder, les gusta estar con el poder, como muchos. Pero hay otros que nos drogamos con las libertades, con hacer lo que nos da la gana. Vargas Llosa es un escritor de libertades.
— ¿Pero por qué quiso ser presidente del Perú? ¿No es una contradicción?
— Fue un reto medieval y totalmente equivocado. Felizmente la realidad nos lo devolvió y lo situó años después donde no debió haber salido. Era mi amigo y yo quería que ganara las elecciones. Pero cuando se dice que Mario no tiene ideas políticas, que es buen novelista y no tiene idea de lo que escribe de política, no es cierto. Lo que pasó con Fujimori lo estuvo diciendo con años de antelación. Y cuando apoyó a Humala fue porque no quiere que regrese aquella historia triste del Perú. Hay quienes piensan que quería ser presidente por el poder, yo creo que Mario no. Se presenta equívocamente, lo empujan, porque la euforia es la peor de las consejeras del ser humano y subes a los cielos. Creo que eso le pasó, una serie de amigos que lo empujaron, y Mario es muy de caballero medieval, de retos, y se planteó el reto. Felizmente eso fue un fracaso, porque ahí Alan García y los demás fabricaron al personaje.
— Su esposa planteó la tesis de que Mario postuló porque quería escribir la gran novela sobre el poder.
— Eso es posible. El pez en el agua fue un libro muy poco leído, pero es capital en la obra de Vargas Llosa. Es la interpretación de muchas cosas que la gente no comprende. Ahí están perfectamente clarificadas. Cuando escribe El paraíso en la otra esquina, ¿de qué trata eso?, de Flora Tristán y su nieto pintor Paul Gauguin. Se tropieza con Gauguin en la documentación de la novela y luego le hubiese gustado escribir más sobre él. Flora queda pequeña porque lo que quiere ser es Gauguin, en la medida que no puede ser Flora. ¿De qué trata eso? De la libertad, del horizonte y del idealista, de las utopías, de los errores que se comenten con la libertad absoluta. Después del Nobel él ve las cosas de otra manera, mucho más asentadas, siempre igual, pasional, pero de una manera más tranquila.
ÉXITO CON LAS MUJERES
— Hablando de Flora, una notable feminista, José Donoso contaba en su Historia personal del boom, un libro donde participa su esposa Pilar, que había ciertos rasgos machistas en Vargas Llosa, y cita unas anécdotas. La prensa española también lo criticó por ello en algún momento.
— Mario es un conquistador y seductor con éxito. Y eso se traduce en que las mujeres lo quieren mucho. Ninguna le dice machista. ¿Has visto alguna mujer que le dice machista? Tú cítame una, serán los hombres, pero no las mujeres.
— La esposa de José Donoso.
— Ella tenía su opinión. ¿Rasgos machistas? Les gustaba a las mujeres. Él era muy mujeriego. Quienes hemos sido muy mujeriegos, pero ya no podemos porque ni nos miran por la calle, hemos sido tildados de machistas porque supuestamente no respetamos a las mujeres. ¿Cómo que no respetamos a las mujeres? Las respetamos más que ninguno, no a una sola, a mil (risas). Mario fue un hombre de mucho éxito y Patricia sufría con esa situación. Y luego Mario era un inútil, no le digas que fría un huevo o que haga una cama. Él no sabe hacer nada de eso, hay que hacerle la maleta, ponerle los calzoncillos, las tarjetas de crédito. Cuando viaja solo de repente pierde la maleta. Él no está en el mundo, él está en la ficción.
— En el discurso cuando recibió el Nobel dijo eso.
— Y le agradeció a Patricia, aunque lo criticaron. Esos sí son machistas. Mira que el machista dijo yo no estaría aquí sino es por ti. Entonces, coño, las mujeres dicen ese es un hombre maravilloso, y Carlos Barral que conoció a Mario de joven, que se tumbaba a todo lo que se movía, decía ese es machista, porque los mueve la envidia. Todas esas son las pasiones del ser humano.
— Era un mujeriego, pero Carlos Barral sostenía que ninguna chica era importante si no era de la familia.
— Esa es una broma de Carlos Barral. Me decía: “se echó una novia Juancho, se echó una novia nueva, pero tranquilo que Patricia no corre riesgo, porque no es de la familia”. Hay tantas leyendas con las novias de Mario, pero las verdaderas leyendas son las ocultas, las que no se conocen bien y que tampoco tenemos datos en la mano para decir esa fue. Una vez, una actriz de la hostia, española, se acercó y me dijo: ¿vez a Mario? Y de repente me cogió una mano de una manera y me dijo: “por favor, cuando lo veas dale un abrazo de mi parte, como diciendo que me recuerde”. Un día le eché así un anzuelo y le dije: esa mujer está casada, y él respondió: “es un matrimonio abierto”. No, no, eso te lo crees tú, y digo aquí hubo. Pero no se sabe qué. Luego se le atribuye una azafata sueca, el noviazgo, eso nunca existió.
EL PUÑETAZO
— ¿El problema con García Márquez fue un lío de faldas?
— Fue por Patricia. García Márquez no se portó bien. García Márquez es un turco.
— ¿Estaba cortejando a Patricia?
— Esto no lo sé, porque nadie me lo ha dicho y siento respeto por Patricia y por Mario. A lo mejor (Gabo) le dijo: ¿pero tú crees que tu marido es un santo? Eso no lo puede hacer un amigo, eso lo hace un hijo de puta. Todos hemos tenido un amigo que se convirtió en un hijo de puta en cualquier esquina.
— Existe la tesis de que lo hizo quedar mal ante Patricia, le aconsejó que se separe, eso lo dice Gerald Martin.
— Gerald Martin está escribiendo ahora una biografía de Vargas Llosa, pero de ese episodio no tiene mucha idea, así se los digo. En la televisión de Tokio o de China me lo preguntaron, y creo que no tiene mucha idea de lo que está diciendo. No le ha preguntado a la gente que sabe. En cuanto al puñetazo, sé al detalle lo que fue, incluso Patricia me desmintió que ella estuviera presente. Yo sé lo que hicieron Patricia y Mario después del puñetazo, yo lo sigo línea a línea y he podido colegir lo que estoy diciendo. Y luego estaba Jorge Edwards, eso fue en el Celeste, en Barcelona. La acompañó al hotel para coger las maletas al aeropuerto, que se iba temprano. Gabriel le dijo a Patricia: yo te voy a buscar a las siete y tantos, pero pasó tarde y se pasó del aeropuerto. Patricia perdió el avión. En fin, todo un jueguito turco. Se portó mal. Las mujeres de los amigos no son mujeres.
— Pero Vargas Llosa nunca transmite la imagen de ser un mujeriego.
— No, porque es un indio educado (risas), un caballero, pero los que estamos cerca sabemos el asunto.
— Barral también cuenta una anécdota donde una amiga lo fue a buscar a su departamento en Francia y no la recibió porque estaba escribiendo.
— Yo cuento esa anécdota en un seminario delante de muchos escritores. Soy uno de los que puede contar eso, primero porque estaba cerca, trabajé con Carlos Barral veinte años, hasta que murió. Corregí sus últimas memorias, pero además estaba al lado de Mario y se entrecruzaban todas las cosas. Hay una información que no se puede dar porque es una información privada y oculta, sería muy mal amigo, pero Mario tenía una aceptación en Barcelona, Madrid y en todos lados, de arrastrar mujeres. Hemos volado juntos a Miami, y acordamos ir a Sidney. Luego me llamó para decirme que tenía un compromiso con dos señoras (risas) que querían hacer un estudio sobre Kathie y el hipopótamo. Yo le dije: el hipopótamo eres tú cabrón. Pero García Márquez ha hecho cosas en la vida que son peores. Y no se cuentan porque García Márquez tiene bula.
— Y en ese ámbito conocemos la propensión de Mario a los burdeles, sobre todo en su época de adolescente, y que son además tema recurrente en sus novelas.
— Imagínate. Mañana en el almuerzo por el cumpleaños de Mario contaré sobre el personaje la Pies Dorados. Cuando vine en 1976 por primera vez, dimos una vuelta por La ciudad y los perros. Eso significa Parque Salazar, Av. Salaverry, Miraflores, Chorrillos. Y claro fuimos al Leoncio Prado, y no nos dejaron entrar. Yo creo que a él ni lo reconocieron. Entonces me dijo; vamos al Callao, y empezó a desvariar maravillosamente bien, a novelar sobre la novela. Hablamos sobre El Jaguar, quién era y quién no era. Mira, me dijo, era un muchacho de extracción baja. Estábamos pasando por una de las calles del Callao, pobladísima, llena de gente, parecía una calle de Calcuta, con un olor horroroso, y me dijo, mira ahí vivía El Jaguar. Y entonces mañana voy a decir que yo también tengo derecho a mentir y que me dejó ver el bulín de la Pies Dorados, y que fui con un amigo de Mario, con Carlos Coco Meneses, un peruano excepcional que escribió un ensayo buscando las huellas de Oquendo de Amat[8] y que publicó en el año 73.
— ¿Fue al bulín?
— No, no fui. Eso es mentira. También tengo derecho a mentir. No creo que la casa de El Jaguar fuera en El Callao. Supongo que Mario dijo: coño lo voy a cojonar (tontear) a éste. Ten en cuenta que en el año 76 estaba tratando de escribir la biografía, y los ensayos críticos que eran sobre la obra, pero no sobre la biografía del personaje. Entonces, claro, Mario me contaba todo tipo de mentiras. Carlos Coco Meneses era un tipo que escribía en un periódico muy importante los deportes y era el rey de la noche en los bulines del Callao, el absoluto rey de la noche. Después se casó y se convirtió en un tipo pacífico, discreto. Pero creo que cuando Mario estaba de adolescente iba detrás de él a los bulines y bajaba las escaleras, y entraba D´Artagnan. De manera que sí era aficionado a los bulines. Yo he viajado con él mucho y a mí se me ha despistado un montón de veces. Luego, cuando regreso al sitio viene un amigo y me pregunta por Don Mario. A mí no me dice eso porque yo soy un indiscreto y lo cuento todo como lo estoy contando ahora. Mario decía, a ver, aquí ¿dónde están las chicas? Y eso fue relativamente hace poco tiempo, hace quince años.
— Osea que mantuvo la tradición.
— La mantiene. De viejo mira con delicadeza. Ya no somos nadie, ahí estábamos hablando sobre las horas que nos levantábamos o la hora que nos acostábamos. Yo tuve una pancreatitis alcohólica por esto, cuando tuve 34 años era director de Argos Vergara en Barcelona. Tenía que editar dos libros al día. Tenía que firmar para entrar a la imprenta, dos libros al día, de manera que eran 40 libros al mes. Yo no soy un hombre de poder y estoy seguro que Mario tampoco, a él le interesa el poder como curioso intelectual, me hizo una vez una imitación de Régis Debray en Cuba, contando cómo cogía Fidel Castro el AK-47 y se subía como un mono encima de una mesa, y yo me reía, aunque fuera mentira, era una maravilla oírselo contar, pues es un privilegio en realidad estar tan cerca.
— Volviendo a la literatura, hemos abordado la primera etapa de estas obras monumentales, hemos pasado por Pantaleón y las visitadoras y entrado también a La guerra del fin del mundo, que para muchos es el equivalente de Guerra y Paz. Él por ejemplo dice que es su mejor novela.
— Yo no lo creo. Y estoy dispuesto a discutir, como diría Juan Marinello: “dispongo de tiempo para estas cosas”. No lo creo. Ahora que es la novela más ambiciosa que Mario propone, sí, es la Ilíada, efectivamente la Ilíada y también Guerra y Paz por otro lado. ¿Qué pasa con esos personajes, de dónde vienen, cómo matan, cómo viven, cómo aman, cómo son, por qué mandan? Es una demostración de fuerza de escritura del carajo, desproporcionada, pero por ejemplo La fiesta del chivo literariamente es mucho más perfecta, sin lugar a dudas. Es el gran rescate del maestro Vargas Llosa y es muy superior para mí a La guerra del fin del mundo, es muy superior.
— En La guerra del fin del mundo comienza a trabajar conceptos sobre el fanatismo.
— Sí, que desarrolla luego en Mayta.
— El Consejeiro o Moreira César son esos fanáticos, por ejemplo.
— Sí, sí, claro, Sendero Luminoso, es cierta obsesión de Mario, el fanatismo político, en este caso el fanatismo religioso, el retrógrado que no quiere el progreso y que se ampara en Dios. Y tú lo estás viendo en los radicales islamistas, por Dios, eso es invencible. El fanatismo absoluto te impide que la República contemporánea y moderna se imponga.
— ¿Por una confusión no?
— La guerra es desatada por nada y después es la guerra mundial. Dura muchos años y está en la eternidad, la muerte, miles y miles gratuitamente muertos y, a veces, en la inmensa mayoría inocentes que van para acá o para allá. No, yo no creo que sea la mejor novela, es la que le costó más trabajo, primero porque es muy ambiciosa, segundo porque jugaba en territorio ajeno, Brasil. Además, los brasileños por envidia no se lo perdonan. Yo estoy cansado de meterme en países. He escrito una novela sobre Argentina en la dictadura, sobre la dictadura de Chile, tres sobre Cuba, ahora escribí sobre Miranda y Bolívar (La noche que Bolívar traicionó a Miranda), ambientada en Venezuela. Los escritores locales y nacionales siempre dicen: “podías haberla escrito mejor si hubieses hablado conmigo”. Les respondo: “si hubiese hablado contigo a lo mejor de repente la escribes tú y me jodes”, porque los escritores somos unos ladrones de ideas.
— Y en esta novela Mario no solo se adelanta al fenómeno de Sendero Luminoso, sino que ahora muchos intelectuales sostienen que las guerras serán por las ideas fanático-religiosas.
— Amparadas en la religión. Pero las anteriores también fueron. Las cristianas también, las guerras que había que eliminar al infiel. También el Islam que está desde el siglo X y corre el riesgo de que esa memoria histórica y Alá lo quiere y como Alá lo quiere, lo quiere Sadam Husein, y ese se lleva por delante lo que sea, y lo quiere Ahmadineyad[9], y los talibanes. El mero hecho de ampararse en el siglo XXI en Dios para cualquier tropelía, coño, ya es para decir vámonos, no hemos avanzado nada.
— Después viene una etapa, saltando Lituma en los andes, esa que la aborda como un divertimento, la época de la novela erótica, con Elogio a la madrastra…
— Sí, a mi Rigoberto no me gusta.
— ¿Por qué?
— Es una novela escrita demasiado de prisa. A mí no me gusta escribir de prisa. Me gusta escribir de prisa, pero no publicar de prisa, escribir de prisa para luego corregir muy lento, con el agravante de que Mario agrega. Los novelistas somos, unos los que quitan y otros los que aumentan. En la inmensa mayoría de veces ponen. Juan Rulfo quita, pero Mario es de los que ponen. Una idea le produce otra. Lo que estábamos hablando de los vasos comunicantes y las matrioskas.
— ¿Entonces esta es una etapa fallida?
— No, porque una de las piezas maestras de Vargas Llosa es Elogio a la madrastra, una de las piezas sensacionales, y creo que queda todavía una novela erótica por escribir, la de Lucrecia, que cuando estaba empezando con El sueño del celta le dijeron: no, no, no, deja a don Rigoberto, a doña Lucrecia, y dedícate a Roger Casement. Y ahora por lo visto tampoco, está en lontananza que vaya a ser eso. Está metido en esta novela que más bien participa de los personajes quijotescos de Mario Vargas Llosa.
— Luego viene esta etapa que también engarza con La fiesta del chivo, El paraíso en la otra esquina, El sueño del celta, de grandes personajes históricos. Esta obsesión por los personajes…
— Los grandes temas. ¿Qué cosa es El sueño del celta? El nacionalismo, que es otra idea fracasada, porque por ejemplo yo no soy nada anti, pero soy antinacionalista. Ese tipo que llora de emoción por el Perú cuando ve subir la bandera, o por España, ¡cuidado!, este tipo te mata en cualquier momento coño, no le hables tú de España que es su madre, no le hables del Perú, que te mata. Es un tipo que no se da cuenta que eso ya pasó, pero estamos viviendo un resurgimiento de esa antigüedad. El sueño del celta es la historia de un tipo que lo tiene todo en su vida y se gira hacia el otro lado y se convierte en nacionalista irlandés, y hace de esa idea de nacionalismo su vida y su locura. Porque el tipo si tiene que tirar bombas, también tiras bombas.
— Pero movido también por una necesidad de justicia.
— ¿Qué es la necesidad de justicia? Tú sabes que España fracasó cuando echamos a Napoleón, se hundió en la mierda, porque echamos a Europa. A ver, para que veas ¿qué países eran en 1900 los más atrasados? España y Rusia; los dos echaron a Napoleón.
— Pero corrían el riesgo de convertirse en una colonia.
— Corrían el riesgo de que Europa los desasnara y los sacara de una época retrógrada, porque ¿quién cojones se enfrenta a Napoleón en España? El Ejército, la Iglesia y los nobles, la mierda de España. ¿Quiénes lo enfrentan en Rusia? El Ejército, la Iglesia y el zar, la mierda de Rusia, que cae 17 años después. Pero tú te das cuenta de las cosas. El paraíso en la otra equina es la libertad, la utopía, llegar a la libertad absoluta, ella desde el punto de vista de la ingenuidad y el otro desde el punto de vista absoluto de la vitalidad. Hay un momento en la novela en que te das cuenta que el autor se ha enamorado de la aventura vital de Paul Gauguin. Yo quiero escribir una novela sobre Paul Gauguin en Panamá y me extraña mucho que los panameños no hayan pensado en eso, sobre la base de que no pintó un Panamá. ¿Y si pintó?
— ¿Esa Flora Tristán, la real, se parece a la ficticia?
— Se parecen poco. La Flora Tristán de Vargas Llosa es la Flora Tristán de Vargas Llosa. En la novela, el autor la quiere mucho, y aparece un ser apasionadamente tierno, por sus ideas. Pero Flora Tristán era el fuego absoluto, como Paul Gauguin, pero el fuego se lo atribuye todo a Paul Gauguin. Yo creo que él empieza escribir la novela sobre Flora Tristán, se le aparece el nieto y el nieto se lo lleva para Las marquesas y de ahí lo trastorna. Es una novela maltratada por la crítica, injustamente.
— Haciendo una comparación entre la primera etapa donde en Conversación en la catedral se toca el tema del homosexualismo, el padre de Zavalita descubre que era homosexual y llora amargamente porque ser homosexual era una vergüenza, después en sus últimas novelas existe un tránsito.
— Pues claro, la fotografía literaria está situada en la época. ¿Cuál es la costumbre de la época? De que el maricón es un tipo que está desahuciado. ¿Y cuál es la costumbre ahora? Que el maricón está prestigiado. Porque en la literatura y en el arte tienen desarrollada la paranoia y la masonería. Y Casement es ese personaje. Yo creo que se pudo sacar mucho más desde ese punto de vista, del diario, inventarse más los diarios, pero por la razón que fuera no le quiso sacar eso.
— José Miguel Oviedo hacía una relación entre Conversación en la catedral y La fiesta del chivo, que son las de dictadura, novelas políticas. En conversación en la catedral no aparece el dictador, es omnipresente, en cambio en el Chivo sí, y lo ridiculiza como humano.
— Claro, no lo suda. ¿Tú sabes que no sudaba? Mario pasó una temporada en República Dominicana y con el contexto del personaje, porque ¿qué era el personaje además de un dictador? Era un patriarca, era el fundador de la Patria, era todo. Entonces claro, eso lo transforma, que hasta las hijas de los suyos tenían que estar a su servicio, que se las tiraran y así pertenecer a la familia del dictador, las hijas de sus generales y de sus amigos. Urania Cabral es absolutamente de ficción, pero es la clave para empezar la novela. Y creo que es la novela que rescata a Mario para la literatura, porque el libro anterior, El pez en al agua, escrito con la rabia de haber perdido las elecciones, de un niño mimado, que se sube al coche del éxito con 21 años y de repente dice esto me lo chupo, y ¡pum! salen los epifenómenos y los demonios y los fantasmas que lo acosan, felizmente, como decía Octavio Paz, me alegro por Vargas Llosa, pero lo siento por el Perú. De manera que eso es así. Pero el gran rescate que vence a todos los enemigos y cualquiera que liquida cualquier discusión sobre Vargas Llosa es La fiesta del chivo.
— ¿Cuál cree que sea el derrotero de Vargas Llosa?
— Escribir con el mismo ritmo enloquecedor que hasta ahora.
— Hemos tocado el tema del boom. ¿Qué le sugiere esa etapa? ¿En las letras castellanas se pudo superar un fenómeno literario como este?
— Solo lo superan con títulos. ¿Dónde está La ciudad y los perros ahora? ¿Dónde estaba antes en el siglo XX? ¿Dónde está La casa verde? ¿Dónde Cien años de soledad? ¿Dónde La región más transparente? ¿Dónde está El obsceno pájaro de la noche? ¿Dónde está Onetti en Uruguay? ¿Dónde está Borges en Argentina? ¿Dónde está en Cuba Carpentier? Es un movimiento de brillantez y de madurez de toda la literatura, no solo la narrativa sino también la poética, que no se volvió a dar. ¿Y cuándo se volverá a dar? Cuando una serie de circunstancias parecidas y aquellos tipos con talento estén en el lugar indicado. ¿Dónde está Cortázar? Ya no hay. Tú lees Cien años de soledad y tiene la misma frescura que en 1966. Lees Conversación en la catedral y tiene la frescura que el 69, y lees El obsceno pájaro de la noche y quedas maravillado, y lees Rayuela para qué te digo, y lees La región más transparente y es un clásico del siglo XX, y La muerte de Artemio Cruz. Después Carlos Fuentes fue culebreando por ahí para ver qué pasa.
— ¿No le gusta Carlos Fuentes?
— Sí me gusta, pero lo adoré tanto y tanto tiempo, que no me ha dado después la lectura que yo adoré. Estoy bastante decepcionado del Carlos Fuentes después de Artemio Cruz.
— Para muchos, con el Nobel que le dieron, a García Márquez lo jubilaron.
-Siguió escribiendo, cosas mejores, cosas peores, cosas horrendas como Memorias de mis putas tristes, que no debió haberse publicado. La memoria suya, Vivir para contarla, tampoco. Se cuida mucho, y él es el héroe, no un ser humano, no se equivoca nunca en esas memorias, no comete errores. ¿Algo habrá pasado? ¿Le habrá dolido la espalda alguna vez o la cabeza? Siempre duele algo, sino estaba muerto.
— ¿El ego de García Márquez se parece al de los argentinos?
— Yo creo que es mayor. El ego le fue subiendo, matando al escritor, con los años ha ido subiéndole más. En los escenarios tú lo vez y es patético, una especie de Dios.
— Usted mencionó una vez que se lo encontró y notó que no era el mismo García Márquez. ¿Qué había cambiado?
— Había cambiado todo. La batalla estaba terminada. La última vez que vi a García Márquez me llamó como los dictadores, en el lobby del hotel Reconquista en Asturias, en Oviedo, el día que le entregaron el premio Príncipe de Asturias a Álvaro Mutis. Ahí lo vi, me llamó y me dijo: ¿ya tienes computadora? No todavía. ¿Estás loco? Tú no sabes lo que te pierdes. Antes yo era un enemigo de eso, pero ahora estoy en el iPad todo el día. No sabes lo que te pierdes, me dijo. A él lo ha matado el ordenador, porque en Noticia de un secuestro hay repeticiones enteras de párrafos, en un capítulo y en otro, es un descuido, dicho también por especialistas en García Márquez, que son amigos míos. Por ejemplo, Mario tiene un ego muy elevado pero muy contenido. Ahora García Márquez no reconoce a nadie, está quemado con el tratamiento de experimentación que le hicieron en Los Ángeles, y eso lo tiene quemado de arriba abajo.
— ¿Qué te lleva a sostener que Mario Vargas Llosa es el intelectual número uno de occidente?
— Dispongo de tiempo para discutir eso. Mario es el intelectual número uno de occidente. Es bonito decir eso porque es atrevido. ¿Cuáles son los intelectuales que se tienen en cuenta en occidente? Steiner[10] que está en su casa, viejo, sin hacer nada. Umberto Eco, Lipovetsky[11] que está en el Star System del establishment. Günter Grass está acabado. ¿Dónde están los intelectuales de occidente? Un tipo que publique un artículo en cincuenta países y que provoque tanta cercanía y tanto rechazo en sus criterios. No existe. Te lo digo porque en la cátedra lo hemos planteado y nos quedamos solos. Y en Oriente tampoco. ¿Quién está? ¿Kenzaburo[12]? Hubo un tiempo en que era Salman Rushdie[13] porque tenía la sharia encima y estaba jodido y se lo iban a cargar en cualquier sitio, pero también ha desaparecido. Orhan Pamuk[14] en el mundo turco, pero sales de ahí y no es molesto en ningún sitio. Un intelectual, aunque sea ministro como Malraux, debe ser molesto, que su sola presencia irrite o levante suspicacias. Empecemos a arrasar por países, Alemania, Austria, Polonia, ¿qué ruso dice coño acá hay un tipo? No hay. Y en América Latina no me jodas, no hay. Dime si hay un tipo que escribe una columna en un periódico, y en Ecuador sale un tipo a decir hijo de puta y de otro país a decir otra cosa, yo estoy de acuerdo. No hay.
— Y de todas las polémicas que ha tenido como Benedetti, Gunter Grass. Cómo lo has visto.
— En el ring. Es la costumbre de Mario, intervine desde que es un niño, hizo sus primeras armas en el caso Padilla y de ahí no se ha bajado. Hablaba con un dirigente de la revolución cubana y me decían a mí no me interesa las novelas, o sus enemigos me decían tiene una cabeza política ese cabrón, todo lo contrario que después dicen en público, que es un novelista cojonudo pero que políticamente es una mierda. Por eso hace daño al enemigo, da unos bombazos del carajo.
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[1] Ricardo A. Setti, periodista brasilero, publicó en 1986 una extensa entrevista a Mario Vargas Llosa, en un libro que tituló Diálogo con Vargas Llosa.
[2] Camilo José Cela, escritor español. Premio Nobel de Literatura 1989.
[3] Carlos Barral. Poeta y escritor barcelonés (España). Fue uno de los mentores del boom latinoamericano. Como jefe de la editorial Seix Barral publicó a autores como Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, o Alfredo Bryce Echenique. Llegó al cargo de senador y parlamentario europeo.
[4] Luis Goytisolo. Escritor español, premio Biblioteca Breve (1958) de la editorial Seix Barral, donde después trabajó como filtro. Era el primer lector y quien decidía la suerte de los originales de novela que llegaban.
[5] William Faulkner. Escritor y poeta estadounidense, Premio Nobel de Literatura 1949. La utilización de técnicas literarias innovadoras como el monólogo interior o los múltiples puntos de vista, tuvo una influencia capital en los autores del boom latinoamericano, sobre todo en Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
[6] Joseph Conrad. Novelista polaco que adoptó la nacionalidad británica. Entre sus principales novelas destaca El negro del narciso (1879), El corazón en las tinieblas (1899) y Lord Jim (1900).
[7] André Malraux. Novelista y político francés, autor de La condición humana.
[8] Carlos Oquendo de Amat. Puno, Perú (1905-1936). Poeta. Escribió “5 metros de poemas”.
[9] Mahmud Ahmadineyad. Islamista, ex presidente de la República de Irán.
[10] George Steiner. Francia. Intelectual de influencia internacional y crítico literario, reconocido por su estudio de la literatura comparada.
[11] Gilles Lipovetsky. Filósofo y sociólogo francés. Analiza temas de la sociedad moderna, como el consumo, el hedonismo, el individualismo, la moda, etc.
[12] Kenzaburo Oe. Escritor japonés. Premio Nobel de Literatura 1994.
[13] Ahmed Salman Rushdie. India. Es perseguido por grupos fundamentalistas islámicos, por su novela Los versos satánicos (1988).
[14] Orhan Pamuk. Escritor turco, Premio Nobel de Literatura 2006.a aliqua. Ut enim ad minim veniam, quis nostrud exercitation ullamco laboris nisi ut aliquip ex ea commodo consequat. Duis aute irure dolor in reprehenderit in voluptate velit esse cillum dolore eu fugiat nulla pariatur. Excepteur sint occaecat cupidatat non proident, sunt in culpa qui oficia deserunt mollit anim id est laborum.